martes, 1 de septiembre de 2009

Bogotá, entre Gaitán, La Candelaria y la Copa Libertadores.

En la mañana del 15 de julio llegamos a la capital colombiana, nos quedamos en un hostal recomendado por una amiga que conocí durante mi viaje anterior. El lugar es económico y agradable. Contamos con acceso gratuito a todos los electrodomésticos, internet incluída mientras se logre captar señal. Otros huéspedes, que estan en la sala, nos preguntan por algunas de nuestras recientes avnturas. Un matrimonio mayor se ofrece a llevarnos hasta Bucaramanga en su regreso. Al peguntar por la casa museo de Gaitán, nadie sabe donde queda, internet resolvió el problema. Acto seguido nos recomiendan sitios turísticos para conocer.

Después del mediodia, visitamos la casa donde vivió el comprometido y consecuente abogado. Una simpática guía (que acepta gustosa tomarse una foto para el audiovisual) nos cuenta parte de la vida del caudillo. Mientras recorremos las habitaciones, casi intactas desde entonces, surgen detalles que marcan el buen pasar que tenía la familia Gaitán. Dentro del museo, que es gestionado por la Universidad, nos sorprende encontrar la puerta y parte de la fachada original del edificio donde fue asesinado el .

La visita continúa en el importante complejo construído por un reconocido arquitecto colombiano. Para hacerlo expropiaron casas y terrenos aledaños. Esta edificación, que aún no fue terminada, resalta la oratoria del "tribuno del pueblo" con espacios propicios para ejercer el arte discursivo. Arquitectónicamente no combina en absoluto con la casa, la idea original del profesional era demolerla. En el medio del complejo, los restos de Gaitán estan "sembrados", de pie, en medio de un jardín florido, y rodeado por dos de sus discursos históricos en las paredes, en uno de ellos, la "oración por la paz", advertía meses antes de que lo mataran, que el pueblo «podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa".

Detrás de la casa finaliza la recorrida. En un vagon de tren que funciona como pequeña sala de cine, vemos en videos al "Jefe" arengando incansablemente contra las oligarquías conservadoras y liberales, también imágenes que grafican la dureza del Bogotazo. Su magnicidio desató una volcánica explosión popular cuyos ecos aún resuenan. Sin conprender las luchas que personificaba "la voz de los sin voz", es imposible vislumbrar el presente colombiano y la permanencia de su conflicto interno.

Camino a la plaza Bolívar, abordamos el "Transmilenio", o "transmiseria" como le dicen muchos. Nos sorprende una calcomania pegada repetidas veces en el interior del transporte, indicando que se prohíbe el ingreso con armas de fuego a la unidad. Por la carrera 7ª legamos a la plaza principal de la ciudad, una amplia explanada de ladrillos y cemento donde no hay espacios verdes disponibles ni siquiera para que crezca un musgo. Las palomas son las dueñas del lugar. Enmarcada por importantes edificios como el Palacio de Nariño, el Palacio de Justicia, la Casa del Florero y la catedral. En el medio, una estatua del Libertador, con pintadas rebeldes en su parte baja, es la única figura que rompe con la planicie de la plaza seca.

Desde allí, entramos caminando a La Candelaria, pintoresca y tradicional zona bogotana. El Chorro del Quevedo (siguiente foto) es paso obligado, entre calles pequeñas, se suceden pequeños bares y tiendas de ropa. La atmósfera bohemia y unas cervecitas relajan nuestras mentes, en un sitio donde hasta un pez disecado, un viejo baúl y velas a medio usar son elementos decorativos. Al salir, el latir de tambores vibrando en nuestro pecho nos llama y hacia alla vamos. El repiqueteo surge desde una pequeña iglesia. Estan finalizando una ceremonia como parte de las fiestas de la afrocolombianidad.


A esa hora, se acerca el partido de vuelta por la final de la Copa Libertadores. Uno quiere que ganen los liderados por la Brujita Verón por que es un equipo argentino enfrentando a los brazucas, y también porque, si bien Estudiantes es importante en su ciudad, entra en la categoría de los denominados chicos. Solidaridad de clase diría algún marxista. Terminada la primera mitad 0 a 0, el complemento lo veo en una licorería, donde se suman al aliento pincha el dueño del local y su pequeño hijo. Después del azaroso gol brasilero, algunos jóvenes bogotanos se acercan a seguir las peripecias del juego. No les gusta cuando grito el rápido empate de Estudiantes, y ni que hablar cuando dan vuelta el marcador poniéndose 2 a 1. "Ni el tiro del final les va a salir "a los jugadores del Cruzeiro, y arrancan un coro de lamentos con tonada colombiana cuando , muy cerca del final, estrellan un furibundo remate en el travesaño. Termina el partido, es tarde y nos volvemos al hostal. Me alegra, y más desde acá, el triunfo contra los "mais grandes do mundo" en su propia casa, a pesar de los comentarios chicaneros, con saña y mucha mala leche en los que parece ahogarse Fernando miembro, haciendo directa alusión al globito de Cappa que con su buen juego deslumbró a muchos y no logró salir campeón, por "errores" arbitrales.

Al día siguiente nos levantamos pasado el mediodía, los otros huéspedes, en el espacio común del hostal, siguen con suma antención el "Codigo Da vinci". Entre internet, lavado de ropa, bajada de fotos a cd y conversas varias se nos va la tarde. A la noche salimos a tomar algo por una vacía ciudad. Los sitios estan abiertos pero con poca gente, nos volvemos temprano. Al despuntar la mañana, cargamos las mochilas en el carro de los generosos abuelos y salimos camino a San Gil.

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